8 mar 2012

Sueño

ELLA: "Conozco a un chico que viste una camisa vaquera abotonada hasta el cuello. Siempre toca la guitarra, siempre. Y debajo de la camisa tiene el corazón roto...
...no entiendo a la gente que toca siempre la guitarra".


ÉL: "Conozco a una chica que siempre viste de negro. Debajo de la ropa tiene la piel muy pálida y debajo de la piel tiene un cora...
...no me gusta la gente que siempre se viste de negro".

(1 de febrero de 2010)

7 mar 2012

Civis Aranjuez

Las personas suelen correr más cuanto más cerca se encuentran del tren que no les espera. Los miro desde el otro lado del cristal de esta ventana, los miro como si el resto del mundo que no está aquí dentro conmigo fuese el fondo de una inmensa pecera.

Y el pitido que alerta del final del tiempo escupe al aire la rápida indecisión de elegir si entrar por una u otra puerta. Todo es una opción, y lo que nos espera dentro siempre es una estúpida sorpresa.

Mientras yo escribía sobre el destino en los vagones, sobre el amor que tarda en crecer lo que un tren tarda en recorrer el tramo entre dos estaciones, las puertas se abrieron de nuevo otra vez y entonces el agua me arrastró dentro. Y dentro estabais tú y tus piernas cruzadas, dentro, con tu tranquilidad apoyada en un asiento de plástico y tus dedos agarrados a una lección muy aburrida de más de doscientas páginas.

Te miré atado al silencio de la respiración de una ballena. Tres paradas después desapareciste y te llevaste mis palabras enredadas en la vergüenza de mi lengua. Lo normal era ver cómo iba a no volver a verte, lo extraño, que dos días después volvieras.

Y volvieron tus brazos abrazando el desorden que habita en tu bolso, el calor de un abrigo constipado y el azul de los papeles que guardabas en tu carpeta. Y sin quererlo todo pasaba en el mismo orden en que se escribían estas letras; la sorpresa en el vagón, tres paradas de estación...volverte a ver sin que me vieras.

Las personas suelen correr más cada vez que ven su tren más cerca. Yo no corrí y ahora sólo tengo la carcajada que me provoca recordar el cruce de tus piernas...

Qué bueno sería verte otra vez. Verte de nuevo y callar el silencio que respira la ballena. Verte y contarte sin voz todo esto que es destino fatal y casualidad pasajera. Verte y, por primera vez, verte y que tú también me vieras. Y reírnos de los trenes y tirarnos al fondo de esta pecera.

28 feb 2012

Romancero antibiótico

Pastillas, pastillas de caldo de pollo para los virus de esta mañana. Y que se atrevan las hadas a molestar mi respiración con sus purpurinas del invierno. !No lo consentiré! Yo soy el señor de mi propio castillo de almohadas, el alquimista del calor que se congela y tirita bajo las sábanas. ¡A mi estornudos! ¡A mi batallones de legañas! Que yo soy el caballero del pañuelo, el guerrero que late bajo esta cota de manta. ¡A mi virus! ¡A mí la febril sensación de no querer hacer nada más que nada!

Y en las horas contadas, en este silencio que escapa gritando por la ventana, mi alma se me olvida, se me marchitan los ojos y mi nariz ¡por oler!, ya no huele nada. Y los tics del reloj, y los tacs de mi espalda, los vapores del salón y el silencio de la migraña.

Pastillas, ¡pastillas de caldo de pollo! Y que se atreva el mundo a cambiar de estación. ¡Yo hoy me quedo defendiendo mi salón! con mi cojín como escudo, luchando a quejido y espada. ¡Yo el caballero del efluvio, yo el héroe de la destemplanza! Hoy me quedo recostado sobre mi caballo, que mañana...mañana será mañana.

(A David Moralejo, por inspirarme en estos ratos de 23)

24 feb 2012

18 canciones después

Llegué a la mesa de nuestro primer café con dos mil días de retraso, tú tenías las ideas revueltas y yo música entre los labios. Te marchaste, pero ya no volviste a desaparecer, luego tuvieron que pasar cuatrocientas madrugadas para conocernos entre cuatrocientas conversaciones que no se podían ver.

Después llegaron treinta mil kilómetros de desiertos de nubes y agua, la nostalgia de tu voz a la hora de comer. Las ganas de besarte guardadas en una carta, la prisas enlatadas, la prisas por volver.

Y tras el insomnio de los aeropuertos llegaron los besos y tus costillas. Mil cigarros, mil colillas, las esperas en la noche y las carreras que nunca te crees. Y pasó tu respiración debajo de las sábanas, y pasaron tus manos debajo de mi piel. Y cuando todo hubo pasado, llegaron los poemas y las canciones, los osos polares, los paseos del parque, las cuerdas de la guitarra, las aceras y las palabras, pasó todo y nada se fue.

Y con dos mil días de retraso aún me gustas cuando dices que ya nunca me crees. Y treinta mil kilómetros de adelanto y 18 canciones después, te miro, me miras y nos miramos. Nos miramos sin vernos y soñamos...¡qué bonito es cuando sueñas que me quieres volver a ver!

14 feb 2012

La curva de la V

Valentina es una canción en los labios acalorados de una estación que se perdió entre dos otoños, el mapa sin bordes por donde doblar la siguiente página de recuerdos.

Valentina es el eco de unos dedos que juegan a rezarle a un dios misericordioso del que ella sólo se acuerda. Valentina es el nadie en pretérito imperfecto que se engancha entre los renglones de los cuentos que contaba. Una canción, Valentina es una canción escrita en do menor menos cuatro octavas.

Valentina es la luz del sol, el tiempo que se sienta a esperar en la entrada de su casa el sonido de la tormenta. Valentina es el terror de la oscuridad, el olor del fósforo contra la humedad del viento. Valentina es un año más, otros 14 golpes contra el papel de cada 14 de febrero.

La espuma del mar anónimo. Un mechón más de pelo. Valentina es valor. Otro cumpleaños feliz, sin la promesa del amor, sin la mentira de un te quiero.

[Cuando vives tanto que ves morir los recuerdos...]

8 feb 2012

El tiempo de la ballena

No se acaba el tiempo cuando respiras con el corazón.

Es eterno, como el silencio que me proyecta en una oscuridad en calma. No se acaba el tiempo cuando el océano siempre es más rápido que la prisa. Cuando el mundo se muere allí arriba mientras que bajo este lecho de humedad y oxígeno helado, mis pensamientos se vuelven desconocidos en ese intermitente esfuerzo por mantener mis pulmones hundidos.

Soy el continuo movimiento contra el movimiento. La parábola perfecta que describe un impulso incomprensible hacia lo desconocido. Soy la fuerza de un brazo izquierdo. La ley de estos segundos que no me pertenecen antes de perderme. Soy el anónimo minúsculo de un espacio sin barreras. Soy el momento previo a la muerte. La muerte de todo momento previo a lo que nada antecede. Soy la tempestad de la calma, el remordimiento y la juventud de lo que no llega.



8 ene 2012

La estúpida Ley de la interrupción de las constelaciones

A ella se le moría el tiempo en una noche sin sueño en las pestañas. Se le partían los días siguientes en un calendario aburrido que no dejaba recetas contra la desesperación del pasado más presente.

A él se le perdía una patria de recuerdos en un cuaderno sin renglones. Se le pudrían los huesos del corazón con la humedad de la soledad cubierta de nubes.

Chocaron en un sinsentido de trenes sin retorno, en el aliento sofocado del verano adolescente de las mariposas de luz y niebla. Se cortaron los labios con el filo de las penas, se comieron los ojos con las letras de las canciones, se dejaron morir entre el deseo inocente que pendía de sus narices, y después de la noche, se olvidaron abrumados de silencio.

Fue entonces, que a ella le creció el vértigo en los tejados y a él le sobraban las eses finales, cuando Marte, Júpiter y Saturno volvieron a juntarlos con la excusa estúpida de engañarlos soló por mirar, sin entender, el sentido de las constelaciones.

Entonces y sólo entonces fue que se encontraron separados mirando un muro de luz oscura que se reflejaba sobre las pupilas del otro, entonces fue que alargaron aquella noche mil días con mil soles. Y a ella se le escurrían los miedos del pelo cuando las burbujas de agua se posaban sobre su piel, y al él le crecía la tinta entre los dedos en cada nuevo amanecer.

Fue entonces que sin querer quisieron regresar al absurdo casual de los rincones, al beso que sabe bien porque no sabe a beso, a la estúpida ley de la interrupción de las constelaciones. Fue por aquel entonces cuando el viaje por el mundo mirándole a los ojos a la noche dejó de ser viaje, y los dos habitaron el calor de la sábana de papel con la que envolvían sus sueños y sus conversaciones...

...y a ella se le extraviaban los deseos a cualquier otra parte, y a él se le caían más aviones de papel.


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Cómo
Cómo esperarte,
si aún no has llegado.
Cómo besarte,
si tus labios saben a pecado.
Cómo recordarte,
si en mi recuerdo no te he creado.
Cómo ser hombre,
y niño enamorado.
Cómo amarte,
si de amor ya me has matado.
Cómo ser niño,
y hombre enamorado.
(21/08/2003)