23 mar 2010

Vida con canciones

Ojala pudiera darme con un canto en los dientes cada vez que esa canción regresa a mis lágrimas. Aún recuerdo mi futuro repitiendo y repitiendo estrofas y acordes llenos del azul de los recuerdos apagados.

Mi vida entre canciones busca la canción de mi vida. Esa que no viaje en una furgoneta del amor cargada de reproches caraduras. Esa a la que las cenizas en el aire de los acordes de una guitarra primeriza la engañen con una letra embustera llena de malabares.

La mecánica espiral del desencanto vestido de la lluvia gris del asfalto entre Libertador y Callao mojó mis pasos cubiertos de canciones. Empapó de un húmedo desconsuelo a quien vivió creyendo ser un corazón tendido al sol rabioso del mediodía de los veranos.

El tiempo pasó y se enamoró de una luna que siempre me supo a poco. El gato de los tejados dejó de tocar mi canción, los cigarros se apagaron, los versos se borraron y las nubes de tu pelo se enredaron con los rayos de luz de tus falsas esperanzas.

Llegó el día en que todo se apagó para encenderse de nuevo con otro color. El día en que el silencio gobernó los pulsos cardíacos del reloj del desconcierto hasta inmolar los segundos en un estribillo nuevo...Llegó el sonido y se olvidó del silencio. Llegaron las guitarras, los pianos, las baterías, las trompetas, llegaron los aliados del estruendo.

La armonía vistió de notas las paredes blancas de la inocencia y las burbujas del sonido empezaron a llenar cada uno de mis espacios. Llegaron las canciones rebeldes con su rebelde desparpajo eléctrico. Llegaron los solos de guitarra en la parte trasera del coche, las letras empotradas contra el espejo del baño.

Llegaron los estribillos borrachos de tinta y de ron, los himnos de la noche bañados con las copas de los amigos. El silencio murió y llegaron los recuerdos compuestos a la luz de un piano viejo...

El silencio murió liberando el sonido de los versos. El silenció murió y nada quedó en silencio.

6 mar 2010

Frío

No se me quita el frío calado que calienta mis huesos bajo el paraguas mugriento de las nubes. Hace tanto que no dejo fluir mi sangre que los dedos se me entumecieron en unos versos corroidos por la ternura de una caricia bañada en sal. Ya no me queda más tiempo para perderlo, se me escapó de los bolsillos la noche en que el óxido de los recuerdos rasgó mis pupilas en girones de cobre marchito.
La luna se vuelve pesadilla cuando la miro y el cielo arropa los pecados que el viento no es capaz de purgar con sus susurros de cuchillos afilados. El sol se volvió necio, el arcoiris un mendigo desesperado. El tiempo se hizo viejo, pero el frío, este puto frío gris que no deja de llover....este frío no se marcha, salvo cada vez que me encuentro con tus besos.

1 mar 2010

Dos pupitres sin orden

Camino este camino que no guarda el silencio de mis pasos. Camino sin mirar atrás, camino con los ojos cerrados. Camino mientras dejo que el viento se envuelva entre mi piel, mientras huelo cada recuerdo, cada suspiro de aire nuevo...camino siempre hacia delante, camino siempre sin miedo.
Y en el camino dejé atrás los cantos rotos de las noches de un verano adolescente, los vasos vacíos de las conversaciones ebrias de razones para seguir brindando por la luna llena. Atrás dejé un cielo de estrellas apunto de explotar cuando apunto estuve de dar el beso que no di por miedo ajeno. Atrás quedaron las primeras líneas, las primeras rimas, los últimos versos.
Caminé y olvidé en el camino el miedo nervioso de otra noche de excesos, olvidé el beso contínuo, los dedos de los acordes que nacen, las cuerdas de los acordes en silencio. Olvidé el cristal de la cerveza llena de carcajadas, el sueño cuando no tenía que tener sueño, olvidé hasta los motivos por los que olvidé todo aquello.
Atrás quedaron las lágrimas de un Buenos Aires lluvioso, las tardes grises de cigarros apagados entre los labios. Se volaron los viajes, se volaron los matices de las verdades perfumadas de engaño. Atrás quedaron mil cicatrices, los perjuicios, la perjuria y los abrazos.
Se perdieron las risas de los amigos inconsolables, las tardes de veintiún años conformados. En el camino se me escaparon las hueyas de los labios naufragados, el rastro del sabor del mar, el tacto de la arcilla húmeda, los tesoros que nunca valieron lo que encontramos.
Se perdió todo lo que pasó a llamarse pasado. Ahora aprieto los ojos, aprieto los ojos y aspiro un viento que nunca me gustó más haber aspirado. Un viento cubierto de pecas con ojos que brillan si los miras de lado. Un viento que suena como siempre había esperado. Aspiro un viento nuevo y las ganas de seguir aspirando me empujan. Voy hacia delante y sigo caminando. Un viento que sabe a sal en las ganas de que vuelva, un viento que se queda posado en mis párpados cada noche. El último suspiro, el primer aliento.
Camino, sigo siendo camino porque en el fondo nunca me he parado. Camino, hoy más que nunca camino, camino si sigo respirando, camino si eres el viento nuevo que no te vas de mi lado.